Cuando un personaje trágico se encuentra ante el vacío, ante esa “ultima verdad”; ante la oscuridad de la nada que hay tras de él, dentro de él y a su alrededor tiene tres salidas: una es el exilio (que lo quita del espacio trágico y de su condición trágica para desaparecer de ese plano de existencia poética), la segunda es la muerte liberadora y la tercera opción es prescindir de sus sentidos, lo cual, desde el punto de vista trágico, es análogo a la muerte pues en el espacio trágico quien no es percibido no existe.
Cuando un personaje trágico deja de hablar muere, cuando un personaje trágico descubre el abismo y lo cruza muere; cuando un personaje trágico reconoce el vacío solo desea morir o arrancarse los sentidos que en la lógica de una existencia que se basa en la posibilidad de ser percibido y percibir se iguala a la muerte: no hablar, no ser visto, no ver nada es igual a no ser, es igual a la muerte. Eso hace que no sea tan importante lo que se dice como el acto de decir, mantener abierto el canal comunicativo fácticamente.
Estos elementos que atribuyo a la tragedia y que, me animaría decir: son intrínsecos de su genética, están presentes en otras poéticas que se ocupan de la condición trágica del ser. Pero no necesariamente estas poéticas a las que me refiero tratan del héroe trágico, sino que como en el caso del teatro estático de Maeterlinck, donde lo trascendente se expresa en lo que él llamó “el trágico cotidiano”, estas experiencias surgen inclusive con mayor potencia en personajes despojados, mendigos, ciegos y en algunos casos hasta mutilados.
Los personajes de Beckett no tienen la posibilidad de acceder a la instancia de revelación como lo hacían los Héroes Trágicos o ni siquiera como intuición de lo sublime, experiencia que si tienen los personajes de la obra Los Ciegos de Maeterlinck. En Beckett, mas allá de del abismo; mas allá de las palabras o de la acción en espacios limitados no hay nada que justifique el deambular y parlotear de los personajes. Para ellos la condición de “estar aquí y ahora” es un fin en si mismo o mejor dicho un fin sin finalidad, que es preferible a la culminación y la ausencia propia. Allí nada tiene sentido y aun así es preferible seguir diciendo, seguir haciendo. Esa es la esencia de la condición trágica. Esperando a Godot de Beckett puede tomarse como ejemplo de una poética que pone en abismo al ser. Estos personajes perciben y son percibidos en el mundo. La percepción es la que determina su existencia y continuidad a pesar del vaciamiento de sentido; a pesar de la imposibilidad de verdad, imposibilidad de dios o de autor inclusive.
El teatro es una disciplina que favorece la representación de la condición trágica al estar haciendo y diciendo en el mundo más allá del silencio del abismo. Las condiciones materiales de su existencia: su estar aquí y ahora de los cuerpos, su desarrollo temporal, el uso de la acción y la palabra sonora, la liminalidad de su geografía espacial hacen del teatro una metáfora perfecta de la condición trágica y puesta en abismo del ser. Ya que puede hacerse una analogía entre la condición del ser trágico y la condición del personaje sujeto a una presencia ausente que es el autor, expuesto a un abismo que es el límite del espacio escénico donde esta condicionado a decir y hacer para existir.
Hay quienes niegan la posibilidad de la tragedia en la posmodernidad y en el teatro contemporáneo. Yo digo que no hay nada mas vigente y poderoso que lo trágico,que la pusta en abismo.
A Federico Picasso
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