Encuentro este manuscrito.
Miro estas trazas. Son las mías.
Pienso o mejor dicho, imagino que estoy muerto y que yo, otro, encuentro esta hoja anónima y amarilla. Mi atención se concentra en el dibujo de las letras. En ellas veo algo ya inservible: un manuscrito sin valor y anónimo que se me hace familiar.
Mientras escribo lo he imaginado, siento nostalgia por mi anonimato. Es lo más cercano al conocimiento de la propia ausencia que he experimentado. Paradójica sensación de no ser y percibir este hecho.
Pero el otro se aterra al leer, pues entiende, que él es yo ahora, imaginando que me leo como otro, desconociéndome y ya muerto. Y sabrá que con la ultima línea, al levantar la vista, yo seré él pues ese es el sentido y la trampa de este texto.
A. Federico Picasso
Manuscrito original que el otro encontró
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