Egipto 2006
Señor, que aquí te llamas Horaharahu y otros nombres, que tu hijo Ramses, El Constructor, te a llenado de orgullo. Soy solo uno que no aspira a perpetuar pues contempla tu grandeza y es pequeño; uno que no espera ya a tus hijos, encarnaciones de Horus, pues el tiempo de los faraones ha acabado. Aspiro solo a descansar al calor de la piedra de tu templo, que reconforta mi espíritu viajero y sacia su sed de nuevos paisajes.
Oh mi señor, que aquí te llamas Amón y otros nombres, grande eres tú y tu hijo Ramses. Daría más de lo que puedo por ser tu siervo, trabajador del templo. Dar mi piedra a la fe. Ser trabajador del templo. Verlo brillar nuevo de nuevo. Ser una mano de cien mil que construyen tu casa, tu cuerpo de piedra fiel a la eternidad. Tu grandeza no es mi grandeza. ¡Me arrodillo ante ti templo de Abu Simbel! ¡Libro Memorable, piedra antigua del mundo, titán de roca milenario, templo siempre joven de los días antiguos, morada del amanecer dorado de Atóm!
Abu Simbel, en ti se queda mi corazón y mi corazón se parte al dejarte. Quisiera volver por él antes del atardecer de mi dulce vida, ver el sol apagarse en el Nazar y dormirme a los pies de Ramses coloso resguardado por última vez de la fría noche del desierto en el mes de enero. Gracias por tus cálidos muros que serenan al que acarician.
Templo de Abu Simbel, montaña del hombre, portal eterno. Templo de Abu Simbel al sur del Nilo, río nocturno de plata a la luz de Honsu; río en el día de oro a la luz de Rá: tu luz se apagó como señal al tocarte con fe. Gracias te doy por escucharme, a mí que nada soy. Gracias Dios.
Mi vida es un día en tus cuentas y al final quiero estar aquí y enseñarte a ella, loto perfumado rebautizada flor del Nilo, mi ofrenda a Nefertari e Isis.
Abu Simbel, todo empieza aquí, todo termina aquí. Puedo irme en paz, para ti será un día más.